Cuando mis sobrinos aprendieron a decir «sí» y «no», vi que ocurrían cosas extrañas. Se decantaban claramente por el «no». Incluso en situaciones en las que el sí era mucho más goloso para ellos. No conseguía comprenderlo y me paré a ver qué ocurre cuando se dice sí y cuando se dice no. Dejando a un lado el tema de la autoafirmación y el aprendizaje de la oposición a los padres o profesores.
Para un niño, el sí es rotundo. Cuando dice «sí», sabe perfectamente qué va a pasar. En cambio el «no», es un juego. Nunca sabe qué ocurrirá. ¿Aceptarán su negativa? ¿Le obligarán a que sea un sí? ¿Comenzará una fase de diálogo en la que podrá obtener algo extra si cambia de opinión?
Es mucho más interesante un no. ¿No estás de acuerdo?