De los cuatro acuerdos planteados en el libro «Los cuatro acuerdos: un libro de sabiduría tolteca» de Miguel Ruiz, el que más alegrías me ha dado al seguirlo ha sido el de no suponer.
Tengo bastante claro que si pongo un cazo con agua al fuego, el agua se calentará. Ok. Hay quien dice que no tiene por qué ser siempre así. Tal vez un día alguien ponga un cazo con agua al fuego y no se caliente. No entraré en este tema. Está claro que la relación causa-efecto nos sirve para manejarnos en el día a día.
Nos basamos en nuestras experiencias tanto para prever qué efecto tendrá determinada acción como para entender qué ha pasado. Y en muchos casos está muy bien. Pero no en todos y, sobre todo, no cuando se trata de sentimientos y emociones.
En el caso de las relaciones con los demás y con nosotros mismos, basarnos en nuestra experiencia previa es hacer suposiciones:
«Mi jefe no me ha saludado. Seguro que no le ha gustado mi último informe.»
«Esta persona es una aduladora y no hay que fiarse de ella. Seguro que quiere algo.»
Son ejemplos un poco tontos tan solo para ilustrar que suponemos constantemente.
Suponer nos lleva a actuar en consecuencia con algo que no es real. Con algo que nos hemos inventado.
Tal vez mi jefe tenía un mal día o estaba agobiado porque a su vez andaba suponiendo que el director le iba a llamar la atención por algo. Y tal vez esa persona aduladora no sea más que alguien tímido que intenta encajar en el grupo y sea totalmente de fiar. O lo mismo estaba siendo totalmente sincera y soy yo quien ha interpretado que es aduladora cuando no lo es.
Si nos basamos en nuestra experiencia, estaremos reduciendo muchísimo nuestro mundo. Estaremos interpretándolo de la misma manera una y otra vez.
Si alguien te dijo alguna vez que no a una invitación y al cabo de un tiempo descubriste que le caías mal, a partir de entonces darás por hecho que si alguien rechaza una invitación tuya, quiere decir que le caes mal.
Sigo poniendo ejemplos básicos, obvios, pero si te paras a observarte en el día a día, verás que suponer puede ser muy sutil. Cada uno de nosotros lleva su propia mochila de experiencias y creencias. Solo podemos tratar de conocer la nuestra.
Nos cuesta mucho dejar atrás esta forma de pensar. Es un lugar previsible, confortable y, muchas veces, entretenido. Dejar de suponer implica dejar el cotilleo. Con los demás y también con nosotros mismos (en nuestra cabeza). «Me ha dicho esto. ¿Tú qué crees que ha podido pasar? A mi me da que… Uuuuuy, ¡qué fuerte!».
Además de dejar de cotillear, no suponer también implica observarse, soltar y preguntar.
Para observarse lo mejor es meditar. Si no meditas, tan solo observa qué ocurre en ti a lo largo del día. Puedes empezar en la ducha. ¿Estás disfrutándola o estás ya suponiendo qué va a ocurrir hoy? Simplemente observa. Sin realizar juicio alguno. Simplemente date cuenta. «Uy, fíjate qué cosas estoy pensando! «. Soy consciente y suelto.
Saber soltar es saber dejar ir una idea, pensamiento, persona o situación. Dejar que se vaya. Respirar y dejar. Dejar que sea y dejar que se vaya, si se tiene que ir. Let it be, a tope.
Preguntar, todos sabemos lo que es. Pero no es lo mismo preguntar a una persona qué le pasa cuando ya suponemos que está enfadada, cuando suponemos qué nos va a contestar, que cuando vamos sin ningún prejuicio, ninguna suposición. En el segundo caso seguro que todo sale mucho mejor.
Dependiendo de la mochila que lleve uno, esto de preguntar puede resultar inicialmente violento. Se supone que el otro debería suponer que supongo y obrar en consecuencia, ¿no? Tajantemente NO. Merece la pena ser valiente y empezar a preguntar. Siempre con respeto y cariño. Si no, simplemente suelta.
La magia de no suponer radica en que las posibilidades pasan a ser infinitas. Tanto para mi como para los demás. Ya no tengo por qué reaccionar siempre de la misma manera. Si alguien me insulta, se supone que debo responder insultándolo, enfadándome, poniéndome triste… como sea que hayamos aprendido que se supone que debemos hacer. Al dejar de suponer, puedo quitarme todas esas reacciones aprendidas de encima y también dejo a los demás que simplemente sean.
El mundo se convierte en un lugar amplísimo por el que pasear tranquilamente. No hay necesidad de sufrir previendo si ofenderás a alguien, ni de perder el tiempo rompiéndote la cabeza con qué quiso decir tal persona cuando… Las cosas son, los hechos ocurren. Lo acepto y actúo en consecuencia, ahora sí, de forma consciente. La transformación no solo te beneficiará a ti. Verás que tu entorno empieza también a cambiar. Todo pasa a ser más fácil para todos.
Al observarme a mi misma y ver mi forma de suponer, he ido aprendiendo sobre mi. He abierto mi mochila y he ido encontrando en ella viejos recuerdos, lecciones aprendidas, enseñanzas poco saludables… Todo esto es mi sistema de creencias heredado. Algo de lo que hablar. Otro día.
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