El blog de la mano que piensa

Out of control: aceptación y confianza

¿Me convertiré en una persona fría si medito?

Recuerdo que hace años, cuando comenzaba a interesarme por la meditación, sentía un gran rechazo hacia la idea de perder la capacidad de sentir. Normalmente las personas que nos acercamos a la meditación (en el mundo occidental) lo hacemos porque no nos queda más remedio. Por entonces, necesitaba algo que me ayudara a dejar de sentir dolor. De ahí venía la confusión. Pensaba que madurar, crecer, estar bien… pasaba por saber controlar/me y que la meditación sería una buena herramienta. Sin duda, lo es, aunque no en la manera que pensaba. Aceptación y confianza no entraban en mis planes.

Los budistas (y las personas que meditan en general, a partir de ahora «budistas» aunque no todas lo sean), sienten.

Sienten con todo su corazón, con todo el alma, a tope y como cualquier hijo de vecino.
Hay numerosos cuentos budistas sobre discípulos que se sorprenden al ver a su maestro llorar desconsoladamente. El buen humor y la risa fácil de los maestros son conocidos por todos. Pero, ¿las lágrimas? ¿No están iluminados los maestros? ¿No pertenece el llanto a la oscuridad? Sí y no, respectivamente. La respuesta del maestro ante la estupefacción de sus discípulos suele ser algo así como: «¿Estáis tontos? Siento alegría: río. Siento tristeza: lloro.»

Oh, sí, los budistas sienten.

Oh, sí, los budistas sienten. (Y no ha venido John el Rojo a visitarme)

Vaya chasco, carrasco. ¡Yo que creía que meditando mis males desaparecerían y la vida sería una continua sonrisa controlada! Va a ser que no.

El truco secreto: aceptar y confiar

Out of control

Ok, no voy a dejar de sentir. Ahora, ¿a cuento de qué viene este vídeo tan chungo?
Viene muy al caso. La meditación es una cosa muy loca que rompe nuestros esquemas y nos hace libres (algo realmente peligroso, ¿verdad?).
La meditación va directa a nuestro punto débil, al origen de todas nuestras desgracias: la necesidad de control. 

No quiero que las cosas sean así. Rechazo, exijo, me aferro. Cojo la vida y la manipulo para que sea lo que yo quiero que sea. Y si no encaja en mis planes, si no cumple mis expectativas, si las cosas no son como deberían ser, me tiro al suelo y pataleo (a veces metafóricamente, otras como un niño en un supermercado). Soy la desgracia personificada. ¡Quiero el control sobre mi y sobre mi vida! Lo he hecho todo para que sea así y es lo que me merezco.

Aceptando lo que es. ¿Resignación?

Llegas a la meditación y alguien te dice: párate a mirar lo que es. Deja a un lado lo que quieres que sea. Mira lo que es. Respira y observa. Y tú respondes: «Ya he mirado y es un mierda. Yo no quiero esto.»
Sigue respirando, sigue mirando. Acepta lo que es. Ríe, llora, enfádate, desespérate, salta, escóndete debajo de la manta, sube a la montaña… Siente, siéntelo todo. No va a dejar de ser como es porque tú quieras. Así que siente, respira, acepta y ahora, ríndete.

Y te sientes tan mal, necesitas tanto un cambio, que aceptas. Pero normalmente es mentira. Lo que haces es apretar los dientes y seguir adelante. Te conviertes en un guerrero que perdió la batalla pero quiere conservar la dignidad. O en una pobre víctima de gran corazón que se ha rendido ante una vida cruel. Sonríes porque no queda otra, porque es lo que hay que hacer.

Confianza: and I’m feeling good.

Te sientas a respirar y a sentir tu tristeza en el alma, tu pequeña frustración, tu vanidad, tu satisfacción… lo que toque. Hay días en que ocurren cosas, otros que no, pero siempre, al cabo de un tiempo, se han producido cambios. Lo bueno de la meditación, cuando se convierte en costumbre, es que enseña a pesar tuyo. 

Ahí estás, sintiendo y abandonando las ganas de controlar. Es como estar en una habitación que no te gusta para nada. Pero es donde te ha tocado estar. Así que te sientas a mirar qué hay en ella. Ese cuadro tan feo, ese gotelé maldito, la ventana estrecha por la que apenas entra luz… Cuando llevas ya un tiempo, descubres unos lápices en un cajón. Nunca te había interesado demasiado y considerabas que se te daba mal, pero te pones a dibujar. Cambias la disposición de la mesa, sacudes los cojines… Vaya, lo mismo no se está tan mal aquí.  ¿Dónde? ¿Qué ha pasado con las cuatro paredes?

(La habitación no tiene por qué ser una circunstancia sino un sentimiento…)

Así ocurre una y otra vez. Encuentras habitaciones preciosas que se convierten en la casa del terror. Otras feas desde el minuto uno. Algunas en las que te quedarías toda la vida, también se esfuman. Un poco de todo. En cada una, al respirar y sentir, encuentras algo de valor. Sientes igualmente, a tope, sin límites. Pero le vas cogiendo el truco a la aceptación y se va transformando en otra cosa. Comienza a haber una sonrisa constante en tu corazón: la confianza.

CONTROL-ACEPTACIÓN-CONFIANZA

La confianza deja de consistir en que la vida, o el otro, no te falle. Confías porque nadie ni nada va a fallar. Simplemente, será.

(Letra completa)