Todos estos textos sobre ser positivo, estar en contacto con la naturaleza, perdonar, dar las gracias, amar… está muy bien. Es estupendo. Muy bonito todo. Pero cuando estás jodido, estás jodido y que no te vengan con historias. Encima te sientes culpable por no ser capaz de cambiar el enfoque.
Siempre es mucho mejor la acción. Hay algo que a mi me está funcionando muy bien últimamente. Es muy efectivo.
Primero ofrezco la explicación que me dieron en su momento:
Se trata de una meditación para equilibrar nuestros canales energéticos:
- El canal del lado izquierdo del cuerpo es el del pasado, el de las falsas creencias, los bloqueos respecto a las decisiones tomadas y lo ya vivido, el de las emociones no digeridas, los sentimientos no asimilados… Y por pasado se entiende todo lo ocurrido hasta el momento de sentarse a hacer esta meditación. Hasta la última frase que hayas escuchado, la última emoción sentida un segundo atrás.
- El canal del lado derecho del cuerpo es el del futuro, el de los proyectos por realizar, el de las fantasías futuras, el de los planes, el del control del qué pasará, el del miedo a que lo que sea no sea como yo quiero…
- El canal central es el bueno bueno. Es el del presente. Lugar en el que deberíamos mantenernos a cada instante. Bien centraditos.
Pues bien, tenemos estos tres canales. Puedes imaginarlos recorriendo tu cuerpo de abajo a arriba, desde los genitales hasta la coronilla. Dejo aquí una imagen que ayudará a visualizar el tema en la meditación.
Si conseguimos equilibrar estos tres canales, estaremos mucho más felices. Garantizado.
Sí, sé que me estoy alargando y que hay que pasar a la acción, pero sigue adelante, que ya llega lo bueno.
Para mi, se trata de quitarme de la espalda la eterna mochila que llevo (o llevaba porque esto es muy efectivo) a cuestas con mi pasado y de lanzar al viento todas las ideas de futuro que me vienen y que hacen que no esté presente en el presente, perdiéndome.
¿Cómo hacemos para liberarnos? Fácil.
Conseguimos un estado de quietud.
Nos sentamos en un lugar tranquilo y cómodo. Puede ser en una silla o en el suelo. La espalda recta. Los hombros haciendo que el pecho esté abierto. Los pies en la tierra, la coronilla como si quisiera tocar el cielo, la barbilla un poquito hacia el esternón. Actitud relajada pero atenta y abierta: apertura y claridad (es bueno quedarse con estas dos palabras). Los ojos pueden estar cerrados o con mirada relajada. Las manos sobre los muslos.
Respiramos normalmente y simplemente ponemos atención en nuestra respiración. Nos fijamos en cómo el aire entra y sale sin que sea necesario que hagamos nada. Notamos el aire que entra y sale por nuestras fosas nasales.
Dejamos todo nuestro pasado hasta el momento presente en la Tierra.
Cuando ya hemos entrado un poquito en un estado de quietud, colocamos la mano derecha en el suelo, o en el reposabrazos de la silla, o en el asiento… Se trata de conseguir una toma a tierra. Mantenemos la mano izquierda sobre el muslo, con la palma mirando hacia arriba. Como en la imagen:
Le pedimos a la Tierra que recoja todas nuestras experiencias pasadas y que desbloquee nuestro canal izquierdo, nuestro canal del pasado. Para mi, esto es como quitarme una enorme mochila en la que llevo almacenado todo: alegrías, tristezas, éxitos, bloqueos, miedos, creencias… Todo lo que he ido aprendiendo y acumulando hasta el momento presente. Es todo lo que he digerido, mejor o peor, y deja de ser mío. A partir de ese momento todo esto pertenece a la Tierra. Es como cuando abonamos la tierra en el campo. Lo hemos digerido y lo expulsamos. Ya no nos pertenece y será la tierra quien se encargará de ello a partir de ahora. Y no solo eso, tenemos la confianza que algo bueno hará con ello. Si es capaz de convertir el excremento de caballo en maravillosas flores, por mucha mierda que le echemos, bien estará.
Estamos así un ratito, el que consideremos, enviando a través de la mano derecha toda esa información a la tierra. Si hay algo que nos preocupa especialmente del pasado, podemos confiárselo con todo el cariño. Y entonces le damos las gracias y pasamos al otro lado.
Dejamos todo nuestro futuro en manos del Éter.
Volvemos a colocar la mano derecha sobre el muslo, con la palma hacia arriba y ahora levantamos la mano izquierda como muestra la imagen.
Le pedimos al aire que nos rodea, al Éter, que se lleve nuestro exceso de pensamientos. Dejamos toda nuestra carga futura en él. Nuestros planes, nuestro control de las situaciones… Lo dejamos todo a ese fluido que nos envuelve, lo dejamos todo en el aire. Confiando en que volverá lo que tenga que volver, que se transformará en lo que se tenga que transformar, y, sobre todo, sabiendo que estando en el presente, tomaremos las mejores decisiones. Podremos ver oportunidades en las que jamás habíamos pensado. Tendremos claridad.
Es como si nuestra mano izquierda fuera una antena emisora a través de la cual nos vamos desprendiendo de todos nuestros pensamientos sobre el futuro.
De nuevo, agradecemos al éter que recoja toda esta información.
Ahora estamos ligeros de carga. Lo que nos ocurre, ocurre en la Tierra y estos hechos le pertenecen a ella. Dejemos de ser tan protagonistas de nuestra propia historia. O por lo menos vivámosla momento a momento, dejando el pasado y el futuro donde pertenecen.
Terminamos con las dos manos sobre los muslos, dando gracias y dándonos gracias por habernos dado ese momento. (Es de bien nacidos ser agradecidos y es un gustazo poder soltarlo todo y que la madre tierra y el éter queden al cargo)