Mi corazón siente sin más y no lo puede evitar.
Mi corazón tiene un jefe terrible: mi cabeza.
Mi cabeza organiza, juzga, esconde, disfraza, aprueba o rechaza a mi corazón.
Mi corazón y mi cabeza no se llevan bien. Cada día surge un conflicto.
Mis vísceras se estremecen y llaman al orden. Son la voz de alerta: esto no puede seguir así.
Mi cabeza se ha llenado de ideas, creencias, proyectos.
Se ha hecho con el poder y se le ha subido a la cabeza.
Ha sido necesario intervenir:
Meter la cabeza en el corazón. (Te quiero cabecita mía y te limpiaré cada día.)
Poner el corazón en la cabeza. (Corazón, eres libre para sentir lo que quieras.)
Y hacerlo todo de corazón.
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