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El arte de acechar – Las enseñanzas de don Juan

No puedo evitar ser una guerrera. Es lo que siempre he hecho. ¿Dejar de luchar? No es lo mío. No sé hacerlo. Pero ¿qué tipo de guerrero soy? ¿Uno de la Edad Media, cargado con su armadura y lanza en ristre? ¿Soy un samurai, dispuesto a hacerme el harakiri? Y ya que hablamos de samurais, ¿conozco bien el arte de la guerra? Hay muchas formas de actuar siendo un guerrero. Una de las que más me gustan es «el arte de acechar»:

El arte de acechar es un conjunto de procedi­mientos y actitudes que permiten a un guerrero desenvolverse y extraer lo mejor de cualquier situación conce­bible sin  perder energía. 

El acecho supone un control sistemático de la conducta a fin de ser totalmente conscientes de lo que hacemos y de lo que nos pasa. La palabra acecho apunta a un comportamiento con lo que nos rodea que podría considerarse como furtivo, ya que supone estar siempre alerta, para así poder extraer lo mejor de cualquier situación. Por eso el aprendiz comienza por acecharse a sí mismo y poder ser consciente de sus propias debilidades, que son las que le quitan energía estructurando su tonal.

Según Don Juan, el mundo del hombre común es un desatino o locura absoluta, un constante ir y venir de un lado para otro; el hombre vive luchando por causas absurdas, hasta que la muerte lo toca. El aprendiz no puede hacer nada para evitar esa situación, sólo ser consciente de su propia locura y actuar como si fuese un actor representando un papel. De esa manera transforma el desatino absoluto en desatino controlado, que es el arte de ser quien es, sin ser quien es.

Otro factor importante para el acechador es la práctica constante del «no-hacer» . Cuando actuamos mecánicamente, hacemos ; hacer es cualquier cosa que forme parte de todo aquello que podemos dar cuenta con nuestra razón. Siempre hacemos algo porque creemos en lo que hacemos y porque esperamos alguna recompensa. No-hacer es actuar por actuar, es actuar sin esperar nada a cambio, es introducir un elemento disonante en la trama de la conducta cotidiana, en la continuidad impuesta por la razón. Al romper nuestras rutinas con los no-haceres enfocamos nuestra atención en el presente ya que no estamos tan condicionados por lo que hemos hecho ni por lo que tenemos que hacer.

Las enseñanzas de don Juan – Carlos Castaneda

 

Como bien dice don Juan, lo mejor es comenzar acechándose a uno mismo. Poner atención en qué estoy haciendo es básico en el arte de acechar. Observarme. Pillarme in fraganti. Ir conociéndome como si fuera otro, mirándome sin más, sin entrar en si está bien o mal lo que esté haciendo. Puede sonar raro o complicado. ¿Y si empiezo acechando a alguien cercano? A mi hijo, a mi hermana, a mi pareja, a mi madre… Elijo a una persona de mi entorno. Me vuelvo invisible y simplemente miro a esta persona. La observo sin esperar nada y con total tranquilidad, relajado. Cómo se mueve, qué gesto tiene… La observo en silencio, sin querer cambiar nada, sin que sepa que estoy aquí con mi atención puesta en ella. Sin que sea necesario intervenir en lo que está haciendo, sin juzgar.

Naiche - Chiricahua Apache - El arte de acechar

Naiche – Chiricahua Apache

Una vez entrenado el arte de acechar, hay que volver a lo principal:
acecharse a uno mismo.
Soy un guerrero indio.
De mi misma solo quedan
mi respiración y mi atención total.

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