El blog de la mano que piensa

El cuerpo del dolor y la crema de remolacha (Primera parte)

Puedo leer esto una y mil veces, y aún así, a la mil y una, descubriré algo nuevo.

«Tu dolor tiene dos niveles: el dolor que creas ahora y el dolor del pasado que aún vive en tu cuerpo y en tu mente.

Este dolor acumulado es un campo de energía negativa que ocupa tu cuerpo y tu mente. Si lo consideras una entidad invisible por derecho propio, te acercas bastante a la verdad. Se trata del cuerpo-dolor emocional.

Algunas personas viven casi totalmente a través de su cuerpo de dolor, mientras otras lo experimentan sólo en ciertas situaciones, como en las relaciones íntimas o en situaciones relacionadas con pérdidas o abandonos del pasado, dolores físicos o emocionales, etc.

Cualquier cosa puede activarlo, pero resuena especialmente con los dolores del pasado. Cuando está preparado para despertar de su estado latente, un pensamiento o un comentario inocente hecho por alguien cercano a ti puede ser suficiente para activarlo.

ROMPER LA IDENTIFICACIÓN CON EL CUERPO-DOLOR

EL CUERPO-DOLOR NO QUIERE QUE LO OBSERVES DIRECTAMENTE y lo veas como es. En el momento que lo observas, en cuanto sientes su campo energético dentro de ti y llevas tu atención hacia él, la identificación se rompe.

Ahora eres el testigo u observador del cuerpo-dolor. Esto significa que ya no puede usarte pretendiendo ser tú, ya no puede alimentarse a través de ti. Has encontrado tu mayor fuerza interior.

Algunos cuerpos-dolor son molestos pero relativamente inocuos, como un niño que no deja de lloriquear. Otros son monstruos depravados y destructivos, auténticos demonios. Algunos son violentos físicamente, y muchos son emocionalmente agresivos. Algunos atacan a la gente cercana, la gente que rodea a la persona, mientras que otros pueden atacar a su anfitrión. En ese caso, tus pensamientos y sentimientos relativos a tu propia vida se vuelven profundamente negativos y autodestructivos. Las enfermedades y los accidentes suelen producirse así.
Cuando pensabas que conocías a alguien y de repente te enfrentas con esta detestable criatura alienígena por primera vez, es probable que te lleves un buen susto. Pero es más importante observarla en ti mismo que en otras personas.
BUSCA CUALQUIER SEÑAL DE INFELICIDAD EN TI, del tipo que sea; puede tratarse del despertar del cuerpo-dolor. A veces toma la forma de irritación, impaciencia, un estado de ánimo sombrío, deseo de hacer daño, ira, furia, depresión, la necesidad de dramatizar las relaciones, etc. Atrápalo en el momento en que despierta de su estado latente.

Se alimentará de cualquier experiencia que resuene con su energía característica, algo que produzca dolor del modo que sea: ira, ganas de destruir, odio, pena, drama emocional, violencia e incluso enfermedad. Cuando se ha apropiado de ti, el cuerpo-dolor crea en tu vida una situación que refleje su propia frecuencia energética para poder alimentarse de ella. El dolor sólo puede alimentarse de dolor. El dolor no puede alimentarse de alegría; le resulta totalmente indigesta.

CUANDO TE CONVIERTES EN EL OBSERVADOR y empiezas a dejar de identificarte, el cuerpo-dolor sigue operando durante cierto tiempo e intenta engañarte para que vuelvas a identificarte con él. Aunque ya no le das energía mediante la identificación, tiene cierta inercia, como una rueda que continúa girando aunque no esté recibiendo impulso. En este estadio puede crear tensiones en distintos puntos del cuerpo, pero no durarán.

A partir de entonces tu responsabilidad consiste en no crear más dolor.
ENFOCA TU ATENCIÓN EN LO QUE SIENTES DENTRO DE TI. Identifica el cuerpo-dolor y acepta que está ahí. No pienses en él, no dejes que el sentimiento se convierta en pensamiento. No juzgues ni analices. No te fabriques una identidad con el  dolor. Mantente presente y continúa siendo un  observador de lo que ocurre dentro de ti.
Toma conciencia no sólo del dolor emocional, sino también de «aquel que lo observa», el testigo silencioso. Éste es el poder del ahora, el poder de tu propia presencia consciente. Observa qué ocurre a continuación.»

«El poder del ahora» Eckhart Tolle
(Enlace al libro en PDF)

 

Cambio monstruo por remolacha

La primera vez que leí «El poder del ahora» me encantó encontrarme con nuevos términos que me permitían describir cosas que me pasaban de una manera muy sencilla.

Uno de ellos, casi diría que el más importante, fue «el cuerpo del dolor».
Por fin alguien me decía qué hacer con ese pequeño monstruo que aparecía cuando le venía en gana. Se dedicaba a asustar a mis amigos y a mi pareja. Me sumía en el descontrol y me dejaba deshecha.

Comencé a observarlo tal y como recomienda el amigo Tolle: con cierta distancia. Él seguía haciendo de las suyas. Era imparable. Lo único que podía hacer era ir detrás de él, recogiendo los platos rotos, pidiendo disculpas, explicando que lo paso mal, que es como si no fuera yo, que tuvieran paciencia conmigo, que estaba trabajando en ello.

Se fueron produciendo pequeñas mejoras, pero mi pequeño monstruo seguía tomando el control demasiado a menudo. O por lo menos en momentos clave, resultando muy muy fastidioso. Tolle nos dice que se alimenta del dolor, que lo mejor es que haya alegría. Pero esto es realmente complicado cuando estás ahí metida. Mi cuerpo del dolor generaba un dolor que me era muy difícil conseguir superar y sacar alegría para contraatacar.

El momento clave de cambio se produjo al abrir la puerta al Amor y a la crema de remolacha (próximamente)

P.D.: No es baladí que este capítulo del Poder del Ahora comience así:

«El amor es un estado de Ser.
Tu amor no está afuera; está en lo profundo de ti.
Nunca puedes perderlo, no puede dejarte.
No depende de otro cuerpo,
de otra forma externa.»

Pero cuando lo leí estaba en pleno campo de batalla, y no sabía lo que era el Amor.