Deshaciéndose de la importancia personal gracias al pinche tiranito.
Mi benefactor siempre decía que el guerrero que se topa con un pinche tirano es un guerrero afortunado. Su filosofía era que si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo.
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Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un guerrero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Sólo bajo esas circunstancias pueden los guerreros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer.
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Le expliqué a don Juan que lo que yo le había preguntado era si, en el presente, en nuestra época, los pinches tiranos podrían derrotar alguna vez a un guerrero.
– Todos los días –contestó-. Las consecuencias no son tan terribles como las del pasado. Hoy en día, por supuesto, los guerreros siempre tienen la oportunidad de retroceder, luego reponerse y después volver. Pero el problema de la derrota moderna es de otro género. El ser derrotado por un repinche tiranito no es mortal sino devastador. En sentido figurado, el grado de mortandad de los guerreros es elevado. Con esto quiero decir que los guerreros que sucumben ante un repinche tirano son arrasados por su propio sentido de fracaso. Para mí eso equivale a una muerte figurada.
-¿Cómo mide usted la derrota?
– Cualquiera que se une al pinche tirano queda derrotado. El enojarse y actuar sin control o disciplina, el no tener refrenamiento es estar derrotado.
-¿Qué pasa cuando los guerreros son derrotados?
– O bien se reagrupan y vuelven a la pelea con más tino, o dejan el camino del guerrero y se alinean de por vida a las filas de los pinches tiranos.
Carlos Castaneda : El fuego interno